sábado, 20 de octubre de 2012

Cabra montés en Cerro Gordo


El paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo se extiende por una franja costera de 395 ha. Está situada en el límite de las provincias de Granada y Málaga. Hace varios décadas se asentó un grupo de cabras monteses, al parecer huyendo del incendio que se produjo en las Sierras de Tejeda-Almijara en agosto del 75. Así se convirtió en el primer enclave de esta especie junto al mar.

Hoy en día la población está en torno a los 70 ejemplares que se reparten entre Cerro Gordo, el Barranco de Cantarriján, el Cañuelo, las Alberquillas y los acantilados de Maro.

El macho de este paraje es el típico de la Almijara, es decir, tienen la cornamenta acarnerada, tirada hacia atrás y hacia abajo, pero con mejor crecida de medrones. Las cabras monteses se han adaptado perfectamente ha este bello paraje. La tranquilidad y la comida que encuentran aquí es fundamental para su desarrollo. Aquí un buen macho puede llegar a los 80 cm con apenas diez años. La lástima es que no los dejen llegar a viejo (16-17 años) y no alcancen el metro.

Llama la atención verlas tumbadas al sol en las rocas, cerca del mar. Es todo un espectáculo ver cómo se desenvuelven con gran destreza por los acantilados en cualquier época del año.


Una mañana del mes de noviembre, en Cerro Gordo, veo un macho a mitad de un acantilado, con dos cabras. Estuve buscando la forma de poder fotografiarlos, pero lo más que podía acercarme era a unos cien metros, que es mucha distancia para una foto. Pasada una media hora, las cabras seguían comiendo allí, y el macho estaba pendiente de ellas. En lo alto del acantilado comenzaba a dar los primeros rayos de sol, por lo que decido cambiar de lugar y dirigirme hacia allí. Pero antes, a unos 30 metros del filo, coloco la cámara en el trípode, me asomo con cuidado al precipicio y veo al macho y las dos hembras, que siguen en el mismo lugar. Decido echarle el "pitico", o sea, varias pitadas con el reclamo de celo. Las cabras y el macho miran y no se lo piensan: comienzan a subir el acantilado. Aguanto un poco más mientras siguen subiendo hacia mí, sólo les debe faltar 20 metros para llegar arriba. Es el momento de echarme atrás y colocarme donde tengo la cámara preparada. Si no se han parado, es cuestión de segundos, pero pasan varios minutos. Decido echarles de nuevo el "pitico" desde mi posición, aunque no los veo, pero si están cerca lo oirán. Efectivamente, se asoman. No me ven, o no encuentran lo que buscan. No se han dado cuenta del engaño. Se tranquilizan y el macho se coloca justo en lo alto del acantilado dándole el sol, pendiente de la hembra, que está en la sombra. Se trata de un ejemplar con muy buena cornamenta y sólo unos seis años. Es la ocasión, y no la desaprovecho.


1 comentario:

  1. Estimado Sebastián, tan brillante como siempre; unes a una técnica perfecta, un gran conocimiento de la cabra montés y un gran amor por la naturaleza. Verdaderamente es un blog magnífico, tanto como tu libro. Un abrazo, Carlos María

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