domingo, 28 de octubre de 2012

Pintura al óleo

Mi pasión por las monteses no tiene límites. También me gusta utilizar el pincel y plasmarla al óleo en tela, dentro de su entorno natural.

                             






 Otra técnica que me gusta es en tejas, que consiste en hacer un relieve del macho montés, pegarlo y después pintarlo al óleo.



 Continuando con mis aficiones, la Sierra de Tejeda-Almijara es la que hay en mi entorno, por lo que decido hacer una maqueta o relieve topográfico de este bello Parque Natural. Esta en concreto está a escala 1:40.000, utilizando cartón de medio milímetro para que la distancia de las curvas de nivel sean de 20 m, por lo cual hay que recortar 103 cotas para llegar desde el nivel del mar hasta los 2068 m de la cumbre de la Maroma. El tiempo empleado de este trabajo es de unas 700 horas aproximadamente.


jueves, 25 de octubre de 2012

Sobre el autor

Soy Sebastián García Acosta. Nací en Frigiliana, un bello pueblo de la comarca de la Axarquía en   la provincia de Málaga, recostado en la ladera sur de la Sierra de Almijara.

Tuve mi primera cámara en 1971, una compacta, con la que conseguí fotografiar por primera vez la cabra montés. En 1982 adquiero mi primera réflex. Con ella continúo con la caza fotográfica de la cabra montés, mi gran pasión, la cual me lleva a recorrer las Sierras de Gredos, Sierra Nevada, Ronda, Cazorla y cómo no, Tejeda-Almijara y los  acantilados de Maro-Cerro Gordo. He publicado en numerosas revistas de caza y naturaleza, y he colaborado en libros.

Pero es en Tejeda-Almijara donde dedico buena parte de mi vida a fotografiar sus paisajes, flora y fauna, en especial, cómo no, la cabra montés, a la que le dedico uno de los capítulos de mi libro, "Tejeda, Almijara y Alhama (Parque Natural)".  Después de este trabajo, retomo de nuevo la fotografía de monteses, pero con una cámara panasonic compacta, de gran luminosidad, la cual me permite hacer las entradillas a los machos con más facilidad y desahogo, acercándome a ellos a muy poca distancia, para poder conseguir primeros planos.

Teléfono: 667 440 833
e-mail: almendron@hotmail.com 

martes, 23 de octubre de 2012

Tejeda, Almijara y Alhama (Parque natural)


TEJEDA, ALMIJARA Y ALHAMA (Parque Natural):  Un libro de Sebastián García Acosta.
Ningún espacio natural protegido de España posee las singularidades del Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama. Desde el nivel del mar en Cerro Gordo hasta la Maroma con sus impresionantes 2068 metros de altura, existe un espacio natural enormemente rico y complejo.

La reciente y dramática historia geológica que han sufrido estas sierras, ha permitido la formación de un complejo y muy variado conjunto de hábitats que ha desencadenado una explosión de biodiversidad, única en toda la región mediterránea europea.

Desgraciadamente son escasas las obras de divulgación que destacan lo excepcional de este Parque Natural. Este libro, tan magníficamente editado, viene a cubrir este hueco, que con tanta urgencia necesitaba llenarse. Por ello debemos estar de enhorabuena y felicitar efusivamente a su autor: Sebastián García Acosta.

Dos aspectos caben resaltar en esta obra. Por una parte los textos en clave vitalista, pues la narración intensa, en primera persona de Sebastián nos traslada a su personal y bello estilo de mostrarnos los lugares más recónditos y desconocidos de estas bellas sierras. Quiere compartir con nosotros sus vivencias y la pasión que levantan en su alma los lugares más apartados y bellos del Parque Natural.

Por otra parte, las preciosas imágenes que acompañan a los textos, son el resultado de más de 30 años de paciente pero incansable labor. Nos muestran una forma de ver el mundo a través de su personalísimo estilo fotográfico, que en nada tiene que envidiar a profesionales ya consagrados de la fotografía en la Naturaleza. Merecen destacarse su antológico reportaje sobre la Cabra montés, la extrema dificultad para obtener fotografías de aves y mamíferos y la delicadeza con la que es capaz de plasmar las siempre elegantes orquídeas silvestres.

El paisaje es el hilo conductor que da unidad a todo el libro. Obtener un conjunto de fotografías tan extenso y de tan alta calidad de los paisajes más  bellos del Parque Natural, no es casualidad. Se necesitan años, como los que ha invertido Sebastián, para conseguir extraer lo más bello de sus tesoros escondidos y mostrárnoslos en todo su esplendor.

Por último destacar la llamada de atención que hace Sebastián a todos los responsables de la conservación y protección de nuestro Parque Natural de Sierras Tejeda, Almijara y Alhama. Hora es ya, de que retornemos parte de la riqueza que tan generosamente ha aportado al hombre. A pesar de todas las calamidades sufridas, estas sierras han mostrado una capacidad de regeneración que bien merece la pena alentar y estimular.

Este es un libro de edición limitada y venta directa desde el autor, por lo que os recomendamos que os pongáis en contacto con Sebastián en los teléfonos y correo electrónico que podéis ver más abajo. No debéis dejar pasar el tiempo pues esperamos que esta primera edición pueda agotarse rápidamente.

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sábado, 20 de octubre de 2012

Cabra montés en Cerro Gordo


El paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo se extiende por una franja costera de 395 ha. Está situada en el límite de las provincias de Granada y Málaga. Hace varios décadas se asentó un grupo de cabras monteses, al parecer huyendo del incendio que se produjo en las Sierras de Tejeda-Almijara en agosto del 75. Así se convirtió en el primer enclave de esta especie junto al mar.

Hoy en día la población está en torno a los 70 ejemplares que se reparten entre Cerro Gordo, el Barranco de Cantarriján, el Cañuelo, las Alberquillas y los acantilados de Maro.

El macho de este paraje es el típico de la Almijara, es decir, tienen la cornamenta acarnerada, tirada hacia atrás y hacia abajo, pero con mejor crecida de medrones. Las cabras monteses se han adaptado perfectamente ha este bello paraje. La tranquilidad y la comida que encuentran aquí es fundamental para su desarrollo. Aquí un buen macho puede llegar a los 80 cm con apenas diez años. La lástima es que no los dejen llegar a viejo (16-17 años) y no alcancen el metro.

Llama la atención verlas tumbadas al sol en las rocas, cerca del mar. Es todo un espectáculo ver cómo se desenvuelven con gran destreza por los acantilados en cualquier época del año.


Una mañana del mes de noviembre, en Cerro Gordo, veo un macho a mitad de un acantilado, con dos cabras. Estuve buscando la forma de poder fotografiarlos, pero lo más que podía acercarme era a unos cien metros, que es mucha distancia para una foto. Pasada una media hora, las cabras seguían comiendo allí, y el macho estaba pendiente de ellas. En lo alto del acantilado comenzaba a dar los primeros rayos de sol, por lo que decido cambiar de lugar y dirigirme hacia allí. Pero antes, a unos 30 metros del filo, coloco la cámara en el trípode, me asomo con cuidado al precipicio y veo al macho y las dos hembras, que siguen en el mismo lugar. Decido echarle el "pitico", o sea, varias pitadas con el reclamo de celo. Las cabras y el macho miran y no se lo piensan: comienzan a subir el acantilado. Aguanto un poco más mientras siguen subiendo hacia mí, sólo les debe faltar 20 metros para llegar arriba. Es el momento de echarme atrás y colocarme donde tengo la cámara preparada. Si no se han parado, es cuestión de segundos, pero pasan varios minutos. Decido echarles de nuevo el "pitico" desde mi posición, aunque no los veo, pero si están cerca lo oirán. Efectivamente, se asoman. No me ven, o no encuentran lo que buscan. No se han dado cuenta del engaño. Se tranquilizan y el macho se coloca justo en lo alto del acantilado dándole el sol, pendiente de la hembra, que está en la sombra. Se trata de un ejemplar con muy buena cornamenta y sólo unos seis años. Es la ocasión, y no la desaprovecho.


viernes, 19 de octubre de 2012

Un rececho fotográfico en Sierra Tejeda


Una madrugada, subo de noche el Cerro del Mosquito en Sierra Tejeda. Tenía que hacerlo de noche para que la subida tan brusca que hay no se me hiciera muy dura, y también llegar clareando el día a las querencias de los machos. Hago un descanso para la primera ojeada con los prismáticos, y observo cómo un grupo de machos se va careando buscando la solana. Varios de ellos parecen tener once o doce años. Uno me llama la atención más que ninguno, aunque está lejos y todavía a la sombra parece que su cornamenta es diferente a la que hay en esta sierra.

Los pierdo de vista, pues han girado buscando la solana. Me preparo para seguir subiendo,  ya con los prismáticos colgados para mirar en cada asomadilla. Continúo subiendo hasta dominar la ladera que las monteses han tomado. Busco un sitio cómodo, pues seguramente voy a pasar un buen rato en él. Sin despojarme de la mochila, ya que esta abriga cuando la espalda está mojada, empiezo a otear todas las lomillas y barrancos, y veo numerosas cabras y grupos de machos de tres o cuatro años. Pero los que vi por la mañana temprano no están, a pesar de que con el ritmo que llevaban no se podían haber quedado atrás, tenían que estar por aquí. En la sierra, a veces cambiar unos metros de lugar significa ver infinidad de rincones que no veías antes.



Miro y remiro una y otra vez, y como si se tratara de una señal, con un espejo al sol, veo el brillo de una cornamenta salir por encima de las esparteras. El macho está tumbado y parece que está solo. Se levanta y cambia de posición. Ahora casi lo tengo de frente. Sin apartar la vista de él, no veo más, pero a su alrededor hay terreno agreste que no puedo ver. Hay unos trescientos o cuatrocientos metros, y el lugar tiene una mala entrada para acercarme con la cámara y ponerme a treinta o cuarenta metros. Además, un macho tendido oye muy bien y observa mucho, por lo que decido hacer un sonido con el "pitico". Lo oye a la primera y mira buscando de dónde viene el ruido. Se tranquiliza, y a los pocos minutos vuelvo a hacerlo sonar. Consigo mi primer propósito: el macho se pone de pie. Quiere saber de dónde viene el ruido, que imita a un macho cuando está en celo, por lo que sigue acercándose sin apercibirse del engaño. Me escondo por completo, ya que está a unos cincuenta metros de mí. No me puede ventear. Pasan unos minutos y me incorporo de nuevo. Lo veo comiendo tranquilamente, y decido acercarme, ya con la cámara y el trípode montados. Me voy resbalando poco a poco cada vez que el macho agacha la cabeza para comer. A veces intuye algo, quizá por el revoloteo de un pájaro, pero no me ve. Sigo acercándome. Es el momento. El macho está comiendo gamón. Tiene la cornamenta muy abierta, con mucha distancia en las puntas, más de lo normal. Sólo había visto algo parecido en Cazorla. La distancia entre él y yo ya debe ser de treinta metros, o incluso menos. Hago varias fotos. Al oír el clic de la cámara, mira con un bocado de gamón. Me quedo inmóvil, y quizá sólo ve la cámara y algo del trípode. Sigo agachado. El macho debe de seguir comiendo porque no he oído ningún ruido de estampida. Unos minutos después empiezo a levantar poco a poco la cabeza, y veo que el macho se junta con tres más, uno de ellos de su talla. Consigo fotografiarlos a todos.



Hoy ha sido un rececho placentero, con éxito. Después vendrán más días donde volví de nuevo al Cerro del Mosquito y al Barranco Hondo, para buscar de nuevo al macho.

Sierra Almijara


La Sierra de Almijara, junto a su vecina Sierra Tejeda, forman el Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama, con algo más de 40.000 ha. Situado entre Málaga y Granada, hace de límite natural entre las dos provincias. Va desde los 2068 m en la Cumbre de la Maroma hasta el nivel del mar en los acantilados de Maro-Cerro Gordo.

Este macizo montañoso es, con toda seguridad, el enclave de monteses donde esta se manifiesta en su más puro estado salvaje.  Es un terreno agreste, muy escarpado, con profundos barrancos, como el de los Cazadores. Tiene espectaculares tajos, como el del Almendrón. Por eso buena parte de mi vida la he dedicado a la fotografía del macho montés en estos espectaculares parajes de la Sierra de Almijara.

     El Tajo del Almendrón, flanqueado por el Tajo del Sol y la Camatocha desde la Sierra de Enmedio.

martes, 16 de octubre de 2012

Muerte en la Sierra


La Sierra de Gredos, en la provincia de Ávila, es sin duda uno de los enclaves monteseros más importantes de España. He fotografiado la montés en varias ocasiones, pues la distancia desde Frigiliana es considerable, aunque ganas no me han faltado. Pero esta distancia queda ampliamente recompensada con lo que uno se encuentra al dejar la plataforma y subir a Prao Puerto y al Refugio Alfonso XIII.

Me encuentro con numerosas piaras de machos, muy abundantes en primavera. Su cornamenta es gruesa y de gran crecida. Generalmente tienen los cuernos tirados a los lados y hacia arriba, con tres puntos de inflexión. Aquí es fácil que un macho con 10 años deje atrás los 80 cm, pero quiero contar algo que presencié en uno de mis viajes.

 Una mañana, subiendo por la garganta de las pozas, observo cómo una cabra que no quiere pelea es atacada una y otra vez. Esta se defiende de su ataque huyendo, pero en una de las embestidas, le cornea en la barriga alzándola del suelo, y cayó por un tajo en mala posición.
Aun así, la otra quiere seguir arremetiendo contra ella. En ese momento, pude hacer varias fotos, y se observa pelo en la punta del cuerno derecho de la cabra viva. Cuando me acerco, veo que ya está agonizando, y en pocos segundos, muere.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cruzando el Nevero


Desde Sierra Almijara, Sierra Nevada se muestra inmensa y exultante. Cada vez que la veía desde las cumbres almijarenses, siempre se me pasaba lo mismo por la cabeza: "Tengo que ir a fotografiar los machos". Hasta que por fin llegó el día. Fue en el verano de 1987. Ya apenas había nieve en el Collado Veleta, aunque sí que hacía bastante frío esa mañana. Los primeros machos consigo verlos en los Raspones de Río Seco, y en los alrededores de la Laguna. Pronto me llamó la atención su cornamenta, con buena crecida y medrones poco marcados, y la ausencia total de machos acarnerados. En este tiempo, el pelaje es de verano, corto y claro, con escasas manchas negras.

     Macho montés con pelaje de verano en los alrededores de la Caldera, a 3040m. 

Primeras luces en la Sierra de Cazorla.


La Sierra de Cazorla, buen reducto de la cabra montés, no pasa desapercibida para mí. Corría el mes de mayo de 1984 cuando hago mi primer viaje para fotografiar los machos monteses. Por aquella época, había una población muy elevada, y aunque tienen sus querencias, no era difícil verlas por cualquier lugar de la sierra.